Relacionar un programa de TV como “Preparados, listos… a cocinar!” con el coaching de rugby puede parecer un poco exagerado. Sin embargo creo que podemos aprender más cosas ahí de lo que imaginamos. En el programa, dos Chefs compiten entre sí en un limitado espacio de tiempo para crear los mejores platos que puedan, a partir de ingredientes que les serán revelados justo en el último momento. Cuando las bolsas rebosantes de materiales crudos son volcadas sobre la mesada, cada Chef dispone de breves momentos para examinar los contenidos antes de decidir lo que va a elaborar con ellos. Cuanto estos talentosos y creativos Chefs describen sus primeras incursiones en la cocina, a menudo dicen haber estado “fascinados” en los primeros tiempos, de “disfrutar” trabajando con los alimentos e ingredientes y del “amor” por “crear algo con sus propias manos”… Naturalmente, llegados a un cierto nivel, su pasión fue conducida hacia líneas más regladas; bien sea por entrenamiento formal o por a rigurosa disciplina que significa trabajar en el ambiente de un restaurante – de todas maneras, lo importante es que el propósito de éste trabajo técnico fue de alimentar la “chispa” que ya traían consigo mismos.
Semejante tipo de entrenamiento realza la pasión y comprensión del aprendiz en lugar de reemplazarla. Deduzco esto como la esencia del desarrollo efectivo – una verdadera destreza es mucho más que una mera habilidad técnica. Cuando los Chefs, arriba mencionados, ven el desafío planteado por los ingredientes revelados; ven posibilidades y potencial, en vez de maldecir su suerte por no poder continuar con una receta preestablecida. Su calmada reacción ante las circunstancias imprevistas está basada en el reconocimiento de los Principios de la Cocina – los conceptos de su disciplina los guían a través de situaciones que, a pesar de no haber sido practicadas directamente con anterioridad, se remontan atrás hacia una comprensión de “lo que aquí podría funcionar bien es….”Personifican una mentalidad de abundancia, enfocada hacia lo disponible en el momento preciso; como opuesto a lamentarse en el “Aah!.. si hubiese tenido tal o cual ingrediente, hubiese sido perfecto…”Es interesante destacar que el método inicial para el desarrollo del innato interés que tienen los jugadores en el juego del rugby está excesivamente enfocado en el desarrollo de habilidades técnicas. Desafortunadamente, muchos coaches y educadores, particularmente en las etapas cruciales del desarrollo de niños y adolescentes; consideran que su rol debe ser el de un instructor con responsabilidad para corregir faltas.
Este fallo, para nutrir la comprensión real del juego, puede conducirnos hacia robóticas y estériles actuaciones que caracterizan muchos partidos que podemos apreciar en la actualidad – una cadena de producción de fases sin producción real y poca evidencia de que los jugadores involucrados posean la habilidad (como nuestros Chefs) para ver y reaccionar ante lo que tienen por delante, y hacer lo mejor con lo que tienen. Demasiados coaches y educadores enfocan la atención de sus jugadores hacia los detalles: los factores clave de una receta rígida donde, si todo está medido al milímetro, el resultado es siempre predecible… Con demasiada frecuencia, los jugadores son condicionados a ‘hacer correctamente la cosa’ en oposición a ‘hacer la cosa correcta’. Temo que todos nuestros ejercicios, patrones, cantos de jugadas y competencias técnicas tal vez estén simplemente suministrando una elaborada guarnición…¡para un pescado podrido!
Imaginen jugadores que comprendan no sólo las llamadas si no también el concepto, que trabajen en los Principios más que con los patrones; y que vean oportunidades potenciales en vez de escasez. Es la diferencia entre ‘conjurar algo de la nada’ y medir ingredientes específicos en cantidades precisas para un resultado predeterminado. Debo dejar aclarado que nada de lo mencionado tiene la menor intención de tirar el trabajo técnico por la ventana. Meramente sugiero que si la educación del jugador está basada sólo en la ejecución precisa de patrones de movimiento, entonces es altamente probable que:
Siempre me fascinó observar equipos jugando a los juegos espontáneos y con “chispa” que evolucionan antes del comienzo de los entrenamientos. Mientras el coach va colocando uno a uno los conos de colores, sacos y escudos; los jugadores despliegan una libertad e inaudita creatividad no vista en los partidos “reales”. Hay una exploración colectiva a medida que cada situación se desarrolla, con compañeros de equipo que se animan unos a otros para atacar el espacio, mover la pelota y aprovechar la ocasión para ‘mandarse’… ¿Nunca vistes a tu pilar hacer un pase revertido por su espalda al segunda línea, que a su vez deja un pase por detrás del hombro para su medio scrum que corre y hace try bajo los palos?
Observe estos juegos anteriores al entrenamiento, ¡y lo verá todo el tiempo! En esta atmósfera todo está encendido y cualquiera puede hacer que sucedan cosas porque, fundamentalmente, sea éste un grupo menores de 8 años o la selección nacional… ¡a los jugadores les encanta jugar !En tales momentos, el rugby es menos acerca de ejercicios aprendidos o jugadas cantadas y más acerca del juego en sí mismo… correr hacia delante, atacando el espacio y pasando a los apoyos. Observe cuando el coach hace sonar el silbato, la risa de los jugadores se esfuma de repente y comienzan al trote lento para empezar el ejercicio de ruck – “…Se acabó la fiesta muchachos: ¡ es hora de entrenar”Por supuesto que el negocio del rugby puede ser muy serio – en el juego profesional, ambos costes y beneficios, son enormes; y aún a nivel amateur el juego puede sufrir irreparablemente si un club pierde demasiados partidos y la gente local comienza a desplazarse hacia otros lugares. De todos modos sugiero que son éstos, elementos claves del juego, exploración, riesgo y libertad; los que sostienen la clave para el futuro atrayente del rugby como deporte, y por extensión, buen negocio comercial. Con tantos intereses en juego, la tendencia corriente en el rugby es cometer el mínimo de errores posibles y arriesgar también lo mínimo posible. Un conjunto impresionante de especialistas son reclutados para asegurar que los jugadores estén técnica y físicamente a punto, con cada faceta medida y dividida, programada y decidida. Hay como una adhesión casi religiosa hacia las jugadas pre-establecidas, que han sido grabadas en el alma de los jugadores en un pacto colectivo de ‘adhesión al plan de juego’. En estas situaciones, parece haber poco lugar para la libertad de los juegos espontáneos; sin embargo creo que alguna forma de equilibrio es absolutamente vital y necesario. Si los jugadores entienden el rugby sólo mediante las rutinas y sistemas establecidos, estarán mal equipados para encontrar su camino en las siempre movedizas arenas que algunos oponentes les pondrán por delante. Por esto creo que estamos en peligro de desarrollar jugadores que son muy buenos en DUPLICAR patrones, pero muy mediocres en NAVEGAR alrededor de los problemas.Recientemente, conversando acerca de éste tema con unos “colegas”, les hice la siguiente pregunta: ¿Si fuera usted a hacerse cargo de un equipo que desconoce pero que tuviese que salir a jugar a la cancha en diez minutos, qué clase de cosas les diría en los pocos minutos disponibles que le quedan en el vestuario? - Ninguna respondió que les hablaría a nivel técnico. Nadie les diría: “lleven la pelota en dos manos”, “miren al blanco” y “acompañen el pase con brazos, muñecas y los dedos extendidos”… En cambio, acordamos que dado el limitado tiempo e información disponible deberíamos hablar a los jugadores en términos de conceptos amplios – ‘intentemos seguir yendo hacia delante’… ‘apoyémonos unos a otros más de cerca o busquemos una posesión más controlada’…Idealmente, en sus intentos para lograr alcanzar estas cosas, los jugadores también demostrarán precisión técnica. Sin embargo, enfatizando la esencia de nuestra deseada performance en lugar del detalle, cada jugador entra en la cancha con los PRINCIPIOS Y CONCEPTOS DEL JUEGO actuando como balizas guía o referencias; en vez de estar echando vistazos a lo largo de una ruta pre-planificada. Por supuesto que éste es un ejemplo extremo, pero de todas maneras me da la impresión que existe bastante discrepancia entre la cantidad de trabajo que un coach realiza a lo largo de la temporada para desarrollar la comprensión de los Principios y Conceptos del juego en los jugadores, y de cuánto énfasis pondrían en estas cosas si solo tuviesen unos pocos minutos para discutir de lo que el juego realmente trata.
Me propuse en este artículo destacar las trampas y dificultades de una obsesión con el detalle técnico, y con la desatención y negligencia hacia la Comprensión Conceptual del juego. Haciendo esto creo que estamos apagando la “chispa” en nuestros jugadores, negándoles la oportunidad de explorar realmente el juego. Debemos reconocer la diferencia fundamental entre, por un lado, delegar responsabilidades en los jugadores para que actúen; y por otro, POTENCIARLOS para que jueguen.
Tal reconocimiento implica alejarse de la experiencia centrada en el coach, inclinándose más hacia una centrada en el jugador. Nuestros jugadores podrían ser más parecidos a los Chefs del programa “Preparados, listos…¡ a cocinar!” si los coaches y educadores pusiesen por un momento la vista más allá de los ejercicios y técnicas, concentrándose más en jugadores pensantes que jugadores actuantes. Cada jugador ingresa en el juego con una idea acerca de cómo pueden ir las cosas – su mente repleta de llamadas, patrones y técnicas que funcionarán si todo está planificado. Es cómo se las arreglan frente a lo imprevisto lo que distingue a los grandes jugadores (y coaches) de los demás.Cuando la bolsa repleta es volcada y una palta cae rodando sobre la mesada… los Chefs miran, sonríen y se ponen a trabajar.
Colin MoranOficial de Desarrollo IRFU