lunes, 11 de enero de 2010

El entrenador de rugby; algunas reflexiones sobre su tarea


Hace muchos años que conocemos al autor de este artículo; Miguel García Lombardi. Ex jugador de rugby, se dedicó a través de su profesión de Sicólogo Social a colaborar con muchos equipos de rugby de nuestra Unión en como mejorar la relación entre los integrantes de un equipo (incluyendo obviamente a los entrenadores).
Nos hemos tomado el atrevimiento de solicitarle que escribiera un artículo para nuestro boletín en el cual reflexiones sobre la tarea del entrenador de rugby de un club.
Agradecemos mucho a Miguel, la muy bu
ena predisposición que siempre tiene para colaborar con esta Unión.



El Entrenador de Rugby: algunas reflexiones sobre su tarea

En estos párrafos vamos a intentar efectuar algunas reflexiones que surgen alrededor de la tarea del entrenador de rugby en la Argentina. Son introducciones a los temas, que de ninguna manera pretenden explicarlas. La pretensión es solamente mencionarlas para tenerlas en cuenta a la hora de enfrentar dificultades o asumir esta tarea por primera vez.

A los efectos didácticos vamos a dividir este trabajo en dimensiones o planos de análisis. Ellos son el entrenador como representante y responsable de un rol institucional (Dimensión institucional); como integrante de un grupo de entrenadores (dimensión integrante u horizontal); y dimensión liderazgo (responsable de un grupo de entrenadores de una división determinada).

Dimensión Institucional


El entrenador representa los valores del club. Por lo tanto es muy importante comprender que ante los otros clubes y ante el resto de la institución a la que pertenece está representando los colores, la historia, los valores y las características culturales de su club. Esta representación obliga a tener en cuenta que hay un Rol Institucional predeterminado y que después habrá una Conducta de Rol, que es la que cada uno desarrollará conforme a su estilo.
Si estos valores están definidos y expresados con claridad, desde su conducta de rol, o sea en el desarrollo de su tarea cotidiana usted los afirmará o negará con los hechos. Si en su club el respeto por el referee y los adversarios es un valor deseado, cada vez que usted protesta un fallo en voz alta estará desvirtuando los valores de su club.
Por el contrario, y por la positiva, enseñando a sus jugadores y público a respetar a las autoridades de los partidos y haciendo usted lo propio, está velando y instituyendo esos valores. Esta es tarea del entrenador.

La Misión institucional del entrenador.

Podríamos definir que la misión de un entrenador, en términos generales es dotar a sus jugadores de los motivos suficientes para que aprendan primero a jugar al rugby y luego a desarrollarse como atletas, para desarrollar el mejor juego que les sea posible. Después, y según los valores de los clubes, esta Misión estará mas o menos acotada. En general, en los clubes de Buenos Aires se valoriza la formación de los jóvenes jugadores como buenas personas, que respeten al adversario, a sus compañeros y a sí mismos.
Teniendo en cuenta esta definición el entrenador tiene un rol básicamente formativo, en un ámbito de competencia.

El entrenador de rugby entrena las capacidades técnicas individuales y colectivas de un grupo de personas que ha elegido el rugby como deporte.
Por lo tanto, no es lo mismo entrenar a un grupo de infantiles cuya elección todavía depende mas del deseo de los padres que a un grupo de jugadores que han hecho de su elección una forma de vida.
Buscaremos entonces las cosas que son comunes a todos los entrenadores, y lo primero que aparece es la capacidad del entrenador de motivar a sus jugadores para que den lo mejor de si, y a que lo hagan en una posición determinada en un lugar determinado.
O sea que el entrenador, lo más importante que tiene que lograr, es encontrar los motivos por los que un jugador desee poner lo mejor de si y dedicarle el tiempo que sea necesario para jugar en determinado puesto de un equipo.

Esta definición entonces pone a la palabra motivación en el eje central de la tarea del entrenador. Sin motivo no hay porque querer mejorar. Y lo que tiene que lograr un entrenador, lo primero que tiene que conseguir, es que los jugadores a su cargo, y los entrenadores que colaboran con él (para que les llegue a los jugadores un solo mensaje), tengan ganas de ser lo mejor que puedan en su lugar, en su rol dentro del equipo.

El entrenador es, desde lo obvio, quién provee las herramientas técnicas y de destreza física necesarias para que el jugador despliegue su mejor juego. Pero como el rugby es un deporte de conjunto, hay que agregarle a esta misión la de lograr que todos logren lo máximo en un equipo. Ese logro es en “este” equipo, en “este” rol o posición dentro de la cancha y no en abstracto. Es el pilar de este equipo, aunque hasta M17 haya sido el 8. es el apertura de este equipo, aunque haya jugado todas las juveniles de full back.

Entonces, la misión del entrenador de rugby es lograr que todos los jugadores de un equipo dado tengan la mejor predisposición posible para entrenar y jugar en la posición que el equipo lo necesite.
Esta ubicación será determinada por el entrenador, así como las tácticas y estrategias a llevar a cabo. El equipo debe estar convencido de que esas tácticas y estrategias de juego son las mejores opciones al momento de ingresar a jugar el partido, ya que son ellos mismos las que deberán sostenerlas y llevarlas a cabo.

Intentando una breve y apretada primera síntesis diremos que la misión del entrenador es orientar a cada jugador y al equipo para que desarrolle el mejor juego posible.

La comunicación

Si tomamos en cuenta que la definición de comunicación es el proceso mediante el cual los seres humanos nos influenciamos unos a otros a través del intercambio de información, emociones y datos, es claro que el entrenador, para poder influenciar positivamente en todos y cada uno de los jugadores, deberá ser un comunicador claro, confiable y previsible, que transmita confianza en los jugadores y que dote del convencimiento necesario a todos y cada uno para entrar a la cancha a jugar un partido.

Para evitar los ruidos en la comunicación, es decir, aquellas cosas que impiden un buen ida y vuelta de los mensajes, o sea que permitan una buena retroalimentación, el entrenador debe comunicar con claridad. La forma de comunicación mas clara es a través de las acciones, no de las palabras. Y si las palabras no acompañan las decisiones y acciones, se corre el riesgo de instalar malentendidos o rumores que generan climas no favorables de trabajo. Si el entrenador dice al inicio de la temporada que van a jugar los que vengan a entrenamiento primero, los que se esfuercen mas y por último los que sean mejores técnicamente, y después no respeta estas reglas de juego poniendo al mas hábil porque viene un partido difícil, esta comunicando confusión primero, descreimiento, falta de confianza en lo que dice y mal humor hacia los que mas se esfuerzan. Esta visión (el partido más difícil es lo que hay que respetar) es corto placista y no construye equipos motivados, numerosos y con ganas de trabajar.

El contrato


La mejor manera de expresar cuales son las expectativas que un jugador puede tener con respecto a su juego en un equipo, es sentar, al inicio de la temporada, las reglas de juego o pautas generales que el entrenador va a observar para definir el o los equipos.
Lo mejor inclusive es acordar con los jugadores los términos de éste texto, que entonces pasaría a ser no solo el decálogo de reglas impuestas por el entrenador, sino el contrato que los jugadores y entrenadores se disponen a observar y cumplir. Por ejemplo, establecer premios y castigos claros por falta a entrenamiento, por amarillas en los partidos (una amarilla son por lo menos siete puntos en contra), por inconducta con el club o los compañeros, etc. No se trata de prever absolutamente todas las decisiones, sino de transmitir una serie de valores que orienten las acciones del conjunto y sobre todo, que todos los jugadores de un plantel sepan que si hacen bien las cosas tienen mas chances de jugar en el mejor nivel que si las hacen mal.
Esto es muy claro en el primer equipo, en donde por torneo un equipo que juega todas las instancias utiliza no menos de 30 jugadores en la temporada, lo que equivale a mantener motivados, entrenados y en las mejores condiciones a por lo menos 35 jugadores, ya que hay que considerar las lesiones. Y para mantener motivados y con ganas de entrenar y mejorar en forma permanente a 35 jugadores hay que lograr que todos crean y comprueben que si se esfuerzan pueden tener premios. Y que si no lo hacen, pueden tener consecuencias no deseadas para su juego.
Esto generará un aumento de la competencia interna, indispensable para que los muy bueno sigan creciendo y los menos buenos no se desmotiven.
Esto no significa que se resigna el triunfo, ya que el deporte por definición implica la posibilidad de ganar o perder. Está pensado justamente para que, en el largo plazo, su equipo tenga muchas variantes. Un buen entrenador trabaja para el próximo partido sin perder de vista el campeonato.
Y esto vale tanto para profesionales como para amateurs.


La Motivación

Ser previsible significa que usted como entrenador tomará decisiones que no sorprenden a sus colegas y jugadores, ya que como escuché alguna vez, son los mismos jugadores los que se “sacan o ponen en el primer equipo”. Lo previsible es que si hacés algunas cosas, es lo mas probable que sucedan x cosas. Hay que tener políticas claras, comunicarlas bien, y ser consecuentes con ellas. Y por favor, su usted no está seguro de poder cumplir con su palabra, por favor no se comprometa a nada, porque las consecuencias de decir una cosa y hacer la contraria son muy malas para la motivación de los jugadores y el clima del grupo.

El Equipo


Un equipo es un conjunto restringido de personas que se conocen, que tienen una tarea en común y que asumen y asignan para desarrollar la misma roles o funciones preestablecidas o espontáneas. Tienen un objetivo común (que es necesario explicitar), desarrollan con el tiempo una forma particular de hacer las cosas (cultura o identidad) que se instalan a través de ritos y creencias extendidas y sostenidas por todos.
El rugby es un modelo muy interesante de lo que puede ser un equipo deseado, ya que la heterogeneidad es inherente al deporte, aunque todos tienen una tarea común. En efecto, un segunda línea es deseable que sea alto, fuerte y seguro de manos, mientras que un medio scrum debe ser ágil, veloz, escurridizo y dotado de une excelente pase. Esta diversidad también es deseable en la faz psicológica, ya que para liderar a planteles numerosos no alcanza con un capitán o el apoyo de su subcapitán. Efectivamente, y siguiendo el modelo de Los Pumas 2007, es deseable generar un subgrupo de conducción que ayude a los entrenadores a saber cómo está el equipo, para desarrollar y trabajar sobre la optimización de las competencias de los jugadores. Estas 7 Competencias o 7 C son las siguientes: confianza, convicción, compromiso. comunicación, cohesión grupal, concentración y control emocional.
Confianza: es muy importante que un jugador mantenga su confianza en su punto mas alto y que la desarrolle conforme a sus posibilidades reales, para alcanzar su más alto grado de eficacia. Saber manejar los errores es básico para mantener la confianza y seguir jugando, ya que el error es parte del juego, y hasta necesario, ya que se equivoca quién hace y arriesga. Del error hay que aprender pero no necesariamente en el partido. Si se puede pensar el error, sin perder la convicción o la concentración en la táctica establecida, bienvenida la revisión durante el match. Pero lo mejor, ante el error técnico o de gesto, es seguir y no quedarse atrapado en éste, porque baja la concentración y la confianza, tanto en uno mismo como en los compañeros. En eso, el entrenador, los colaboradores o los compañeros pueden sumar mucho, ya que si por ejemplo un jugador queda mal por haber cometido un error y “se va del partido” lo mejor es volver a meterlo con una indicación precisa técnico/táctica del juego. Por ejemplo, si falló un tackle, es marcar por donde está atacando el rival. Si dio mal un pase, hablar de cómo se mejora la marca; o las salidas, o cualquier indicación que permita, a través de la comunicación positiva o aseverativa, mejorar la confianza y la concentración de ese jugador y del equipo.
La convicción se refiere al convencimiento necesario que debe tener un equipo antes y durante el partido para jugarlo de tal manera. Si el entrenador plantea el partido de la forma A (patadas parelelas al fondo para que vengan jugando desde atrás), pero ante la primera adversidad el equipo empieza a jugar de manos desde las 10 yardas propias, es porque la táctica no es buena ni mala, sino que no creen en ella y harán lo que ellos creen o consideran mejor. Lo mismo para hacer una jugada entrenada en la semana: de nada sirve que el entrenador la grite desde el costado si el equipo no está convencido y la elige en ese lugar y tiempo. Hay que permitir que el equipo internalice las herramientas propuestas y estar abierto a que desarrollen otras. Los jugadores son los protagonistas, y eso aumenta su compromiso con el partido y con el equipo mejorando la cohesión grupal. Esta es la capacidad que tienen los equipos de estar unidos, de tener claro que cosas se comprometieron y como a llevarlas a cabo. Tener respeto y seguridad en sus compañeros. No es necesario ser amigos, son demasiados en un plantel y pueden ser muy distintos, incluso en edades. Pero cuando entran a la cancha, los 15 tienen que sentir que están jugando con sus hermanos de sangre: son a quienes cuido, quienes me cuidan y quienes permiten que todos desarrollemos nuestro mejor juego. La mayor fortaleza del jugador está en su compañero.

Los entrenadores están afuera de los límites de la cancha y “no juegan más” ni pueden teledirigir a sus jugadores. Es la herida narcisista del entrenador de rugby: bancarse que son otros los que juegan.
El sentirse protagonistas del juego genera en los jugadores un efecto contagio positivo , y los lleva a mejorar la relación con los otros. Si me equivoco y mi compañero me apoya, tomando como modelo de comportamiento a mi entrenador, aumentará la tranquilidad y el clima del equipo para bancar las presiones, por lo tanto voy a estar en una situación de control y no desbordado por las presiones.
Los gritos extemporáneos, las indicaciones permanentes, las protestas a los árbitros por parte de los entrenadores o dirigentes del club generan en los jugadores una baja en su confianza y los desfocalizan y los hacen perder su control emocional, ya que los llevan a pensar en otras cosas y no en lo único que tiene que pensar: el juego. Cuando un jugador empieza a pensar que el referee está cobrando mal, que un rival le pegó a un compañero, o que otro está “arrugando” deja de centrarse, de con centrarse en lo que tiene que hacer y en lo único sobre lo que tiene control absoluto: su rol en el equipo, sus capacidades para las que está entrenado, los deberes y tareas dentro de ese partido o libreto definido. Además de dejar de leer las debilidades tácticas y técnicas del adversario para centrarse en otras cosas que no ayudan a jugar mejor. Todo lo que haga que un jugador deje de pensar en esto en el medio del partido, es decir, en el juego, atenta contra su mejor desempeño.
El entrenador es el principal responsable de que los jugadores den su máximo rendimiento, y para eso cuenta con ellos durante toda la semana. El sábado, o si son juveniles, el domingo, los que juegan son los jugadores. Lo mejor que puede hacer su entrenador es transmitir confianza, tranquilidad y seguridad al equipo para que ellos puedan cumplir su tarea: divertirse adentro de una cancha, desarrollando seriamente el mejor juego individual y de conjunto que les sea posible. Normalmente, si eso sucede, los equipos ganan. Sino es así, es que encontraron a otro que en ese partido jugó mejor.


Miguel García Lombardi